Su duración se basa en numerosas referencias bíblicas. En la Biblia se habla de los cuarenta días del diluvio; de los cuarenta años de la marcha del pueblo de Israel por el desierto; de los cuarenta días de Moisés y Elías en la montaña; de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública...
Se trata de un tiempo apropiado para la renovación, lo que no implica perseguir un cambio radical. Basta con intentar mejorar algún aspecto de nuestra vida que nos haga mejores.
Mejoría que puede alcanzarse con algunas prácticas, como el ayuno y abstinencia no sólo de comida y bebida, sino de nuestros egoísmos, vanidades, orgullos, odios...
El color asociado a este periodo es el morado, que representa duelo, penitencia y sacrificio.
Por ese motivo cambiamos la vestimenta del Cristo

Y comprobamos lo que se dice en la reseña que precede la Novena del Cristo:
"La imagen, que mide 171 centímetros de altura, es una obra de arte y de técnica, con todos los detalles propios de los crucifijos bizantinos de la época. Su anatomía es sabia y regulada, el conjunto seguro y armonioso, la distribución de sus miembros completa y la imagen toda despide un hálito de luz, de vida, de expresión, acaso un poco seca, pero que abruma y anonada.

Hay que mirarla un instante... hay que contemplar su faz divina y se verá cómo la dureza y sequedad primeras se van dulcificando hasta que se siente dentro una devotísima visión de los dolores de nuestro divino Redentor...".
Esa figura de Jesús paciente
Nadie la mira sin bajar la frente,
y doblar la rodilla...
Es Dios, y Dios al corazón creyente
Más sobrecoge cuanto más se humilla...
En su rostro denegrido
la fe tan solo a vislumbrar alcanza
La amorosa mirada de sus ojos
Ofreciendo el perdón y la esperanza