Porque seguimos en Cuaresma, porque nos recuerda el sentido de lo que hacemos como mayordomos, que poco es si se compara con la satisfacción que conlleva.
Por eso, nos acercamos al Novenario para leer una vez más, lo que tantas veces hemos oído de nuestros mayores, y lo que esperamos seguir contando durante mucho tiempo a los que vengan después de nosotros.
"Por los años 1414 existía ya dicha prodigiosa imagen en el referido templo, desde fecha inmemorial, pero relegada al olvido en uno de sus más escondidos rincones, porque según consta en los escritos de aquella época, no merecían ciertamente otra cosa los detalles de su escultura, más propia, según los mismos, para excitar la irrisión que la piedad de los fieles.
Repetidos autos de visita eclesiástica habían mandado enterrar dicha imagen cumpliendo con las sabias disposiciones de la Iglesia, y sólo habían impedido su puntual ejecución las continuas lágrimas, derramadas a presencia del párroco, por una virtuosa anciana llamada Leocadia, tenida en grande opinión y fama por sus convecinos.
Mas llegó el caso de presentarse por primera vez el delegado del Prelado diocesano (lo era Don Pedro de Fonseca, Cardenal, Obispo de Astorga, 1414 - 1418) quien, observando la deformidad de la efigie y lo prescrito en anteriores autos de visita, ordenó se efectuara lo prevenido sin dilación alguna.
Tan apremiante mandato traspasó el corazón de la buena anciana, que, penetrando en el templo, ante la imagen de sus amores, lamentó sencilla y fervorosamente su desaparición obligada.
El cielo, sin embargo, coronó la fe sincera y robusta de la misma, verificando el milagro de la transformación, pues los ojos de la anciana primero, y los de los fieles después, pudieron contemplar no la imagen tosca e irrisoria sino la perfecta y acabada escultura que hoy veneramos: prodigio que confirmó la autorizada voz de la Iglesia por conducto de su representante (que continuaba la pastoral visita) mediante la revocación del decreto y la entrega, como primer donativo de 300 ducados para la edificación de la capilla en que se colocara la santa imagen, y de otros actos confirmatorios del portento, como la erección de una lámpara perpetua ante la misma y la orden de no descubrirla sino después de tener encendidas cuatro luces, lo que fielmente se ha observado siempre".